¿Quién fue Simón Radowitzky? ¿El penado número 71 y luego el 155 del Penal de Ushuaia? ¿El matador de Falcón? ¿El mártir del anarquismo argentino? ¿”Rasputín el bueno” (su apodo de Ushuaia)? El hombre, el victimario, el prócer, la víctima ¿Quién fue realmente Simón Radowitzky?
El matado de esta historia es el Coronel Ramón Falcón, el jefe de policía de la primera década de la Argentina. Un militar ultra disciplinado, temible, adusto, severo, incorruptible, “un perro”, según sus subordinados más débiles. Fue el que ordenó la represión a la manifestación anarquista del 1º de mayo de 1909, convocada por la F.O.R.A (Federación Obrera Regional Argentina), que dejó un tendal de 36 charcos de sangre proletaria.Luego de este hecho, el Coronel Falcón se convierte en un enemigo de los obreros, en un enemigo del anarquismo. Falcón es el brazo ejecutor de una Argentina anti-obrera, anti-inmigrante, presidida por Figueroa Alcorta. Tal magnitud tuvo la represión del día del trabajo, que 60 mil obreros marcharon en duelo por lo sucedido.
EL HECHO
El 14 de noviembre de 1909, a la mañana, Falcón va al entierro del director de la Penitenciaría Nacional, Antonio Ballvé, en el cementerio de la Recoleta. Va en un coche tirado por caballos, conducido por el italiano Ferrari y secundado por su joven secretario privado, Alberto Lartigau. Toma por la actual avenida Alvear y después dobla por Callao, ahí aparece corriendo un mozuelo de bigotito rojo y tez rosada, de sombrero. Lleva algo en la mano y se coloca a la par del carro. Sin dudar, arroja una bomba molotov, hecha con clavos, en el interior del coche. La bomba explota al instante y hace caer al piso gravemente, heridos, a los tres ocupantes. Radowitzky corre como nunca. Apenas se cae por la explosión y se levanta en carrera a su salvación. Los policías que caminan por la calle son alertados y comienzan a perseguir al anarquista, uno y otros corren a toda velocidad pero a poca distancia. Radowitzky logra ocultarse en una obra en construcción y saca un revolver que llevaba. Reanuda la carrera y sin querer se dispara un tiro en la tetilla. Cae al suelo y los policías lo apresan.
Ahí empieza el derrotero de Simón, una larga historia de vejámenes y traslados, de reclamos de amigos de la comunidad ácrata internacional y de pedido de escarnio por parte de la burguesía.
En la Escuela de Cadetes de Policía (que no casualmente se llama Coronel Ramón Falcón) circula una consigna: “no habrá perdón para el asesino de Falcón”. El crimen toma repercusión en diarios de la época y buena parte de la sociedad pide la pena de muerte para Radowitziky. Pero existe un detalle fundamental: Simón Radowtizky no posee documentos que certifiquen su edad y su lugar de nacimiento. La pregunta se tira al aire: ¿es menor de edad el matador de Falcón? Entre tanta discusión un primo del acusado desenrolla unos papeles que certifican que Radowitzky nació en Kiev en 1891. Es decir, tiene 18 años y 7 meses en el momento que asesina al jefe de policía. Entonces, no lo pueden matar si tiene menos de 21 años. Se decide encerrarlo por tiempo indeterminado en la Penitenciaría Nacional de la calle Las Heras (donde ahora está emplazado el Parque Las Heras).
Pero no es suficiente para un criminal de esa calaña. El gobierno necesita castigar y dar un ejemplo a los anarquistas que a principios de siglo no eran poca cosa y que estaban nucleados en la FORA. Simón Radowtizky es trasladado en un buque pestilente, en la bodega, al calor y la toxicidad del tizne emanado por las calderas, engrilletado, junto a lo considerado como la peor escoria de la sociedad, a la cárcel más feroz de esos tiempos: el Penal de reincidentes de Ushuaia. Es 1911.
Diecinueve años pasa Simón Radowitzky en el penal de Ushuaia. De 1911 a 1930. Allí es idolatrado por los demás presos, es el delegado de las reivindicaciones por condiciones más dignas. Es cruelmente castigado por algún guardiacárcel, como José Piccini. Y en cada aniversario del asesinato de Falcón, es encerrado a pan y agua, sin luz del día, en una celda, aislado, durante 20 días. En una entrevista que le hace un periodista del diario Crítica, el anarquista declara: “yo integro, pese al encierro, la familia proletaria”.
En 1930 es indultado por Yrigoyen, que necesitaba rédito político. Es indultado pero obligado al exilio. Primero se va a Uruguay, donde realiza tareas militantes anarquistas, como ayudar a sus compañeros expulsados de Italia y Rusia, a que puedan vivir en tierra charrúa, un lugar amable con la familia del comunismo libertario. Luego se va hacia España, donde tiene una activa participación en la guerra civil española. En sus últimos años vive en Méjico, con un nombre falso, José Gómez, y es empleado del Consulado. Ahí se casa con su única mujer conocida. En 1956, muere a los 65 años. Sus siempre solidarios camaradas le pagan una tumba sencilla.
En otra de las pocas entrevistas brindadas por Radowitzky, dijo: “no deseo choques entre obreros. En estos episodios siempre hay un provocador policial que actúa de instrumento. Yo viví intensamente aunque era muy joven, el dolor de la jornada trágica, la matanza de aquel 1º de mayo que puso tristeza eterna en muchos hogares proletarios. Quise hacer justicia”.